Monseñor Ricardo Casanova y Estrada, El Grande.
Guatemalteco, abogado, poeta
Recibió clases con José Milla y es probable que él le recordara el amor a la Inmaculada. Diferentes versiones cuentan como él defendió la propiedad de los Neridianos (orden religiosa expulsada cruelmente por Barrios, por ser "pobres") y por su defensa fue castigado y obligado a portar el traje telar (hábito o sótana)
Cuando Barrios le dijo que se la quitara, él no lo hizo. Se fue al seminario y más tarde sería ordenado sacerdote. Como la persecucción religiosa aún estaba muy fuerte, se pronunció varias veces y clamaba a la Inmaculada que nos protegiera. Posteriormente fue nombrado arzobispo.
Incansable por cuidar de su arquidiocesis, hacia visitas pastorales y se preocupaba por todos. Cuando el gobierno quiso adueñarse de la Iglesia y nombrarse como dueño, revisando todo lo que emitían y diciendoles que podían publicar y que no, Casanova se opuso.
Los cristianos, llorarán la expulsión del arzobispo y no descansarán hasta verlo de regreso. Sin embargo tardaron en lograr que el gobierno diera ese permiso. En el exilio Monseñor Casanova trabajo por que en Guatemala se consagrase al Sagrado Corazón y cuando él regreso renovó la consagración cada año. Incluso pidió que todos los años, después de su muerte se siguiese celebrando.
Por fin, después de predicar sobre el Corazón de Cristo y deseando con todo su corazón regresar a Guatemala, el gobierno dió el permiso. El puerto se llenó de gente y lo recibieron con toda la pompa que pudieron.
Guatemala estaba feliz porque su padre y pastor regresaba. Monseñor sentía que necesitaba recuperar el tiempo, por lo que trabajo aún más de lo que debía. Sus fuerzas se agotaron varias veces, y pese a que le pedían que descansara, no lo conseguían. Solo la enfermedad lo ponía a descansar.
En una de esas visitas pastorales, Monseñor no resistió más y murió. Él mismo pidió ser enterrado a los pies de la Inmaculada, que tanto él había amado. En Cantel lloraban su muerte y todos los templos del país se vistieron de luto.
Todos salían al encuentro del cortejo fúnebre, que llegaría a la capital. Lo velaron en Catedral y fue enterrado en las catacumbas. Las personas se aglomeraban, y las fuerzas de seguridad hacían todo lo posible por resguardar el cortejo, que solemnemente avanzaba hacia el último adiós.
En su lápida dice "rogad por él", pero ahora es él quién está en el cielo. Roguemos por su pronta canonización.
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